sábado, 8 de diciembre de 2007

Circo Bálagan: Una de circo

Difícil. Difícil. Difícil. Difícil es expresar todo lo que uno vivía cuando veía al Circo Bálagan. Habrá de considerarse y lo utilizaré en mi defensa que hacer una crítica sobre circo no es lo mismo que hacerla sobre un espectáculo de teatro… En fin… ¿Yo qué sabía? ¡¿Cómo iba a saberlo?! ¡Quiero un abogado! No hablaré sin su presencia. ¡Esto es un atraco! Pillarle a uno desprevenido y pedirle que haga luego una labor de interiorización para la exteriorización “critical” de semejante rareza cuasi cual singularidad entomológica o vegetal. No es fácil, compréndanlo. Yo fui allí con mi entradita de 25 euros a mi butaquita de paraíso (que con lo que gano no me puedo permitir más) y ya desde el entrante uno sentía que allí iba a ocurrir algo único. Y ¿Cómo se lo cuento yo ahora? No, no hablaré. Bueno sólo diré algo.
Quizás para entendernos debamos, para empezar, poner en su sitio bien puestas todas las cosas. Lo primero: Bálagan no es exactamente un circo al uso, es más bien una franquicia perteneciente al compendio de espectáculos elaborados para la productora Dream Cast. Lo segundo que debemos tener claro es lo que fuimos a ver y de dónde venía: Bálagan es un espectáculo de sala fijo en la ciudad de los casinos, las Vegas, la ciudad donde todo es efímero como el dinero que se juega en sus casinos y donde siempre se encuentra un rastro de superficialidad. De ahí podemos deducir el público para el que fue concebido y con que concepto empresarial. Bálagan por tanto es una superproducción comercial fundamentada en la base del entretenimiento masivo (entiéndase por esto contentar al turismo). Tercero: Su fundador Misha Matorin nació casi literalmente en la carpa de un circo, lleva el circo en su sangre y a éste ha dedicado su formación, su profesión y toda su vida. Sentadas estas bases podremos comprender muchísimas cosas sobre ésta (por qué no lo reconocemos) carísima producción que durante la semana pasada nos logró conquistar, sorprender y emocionar.
¡Todo iniciaba magistralmente! Aun no se habían apagado las luces, no todos se habían sentado ya, pero empezaron a volar las maletas, esas maletas en las que viajaríamos hasta su convención. ¡Fuera nuestro mundo, que el circo va a empezar! Un clown calienta la escena. Número convencionales pero que nos tocan la nostalgia y reímos y reímos. Ahora sí ¡apaguen los móviles! El mayor espectáculo del mundo hace su inicio triunfal.
Tras él, el resto del espectáculo, hora y media de reloj sin parar. Corrección inglesa; no agotemos al personal. Con todo, fue un despliegue asombroso y al espectador se le pasó casi sin notarlo. Cierto es que pasaron de puntillas por algunos números y cierto es que algunos sobraban y tenían cuestionable calidad de ejecución. La chica de los aros, sin gracia ni destreza, me sobró junto con los chinos saltarines que en vez de acróbatas parecían ancianos reumáticos. Sobraban también la pareja de acróbatas equilibristas. El resto: espectacular. Especialmente emocionante fueron las telas y las correas aéreas junto con el poco explotado cubo. El mejor: el Clown quien con varios números de participación del público literalmente la armó e hizo que el Teatro Guimerá se rompiera las manos en aplausos al final. Por tanto, salvo las excepciones, el elenco maravilloso.
Este espectáculo jugaba con atmósferas teatrales que recordaban la tradición de la antigua Commedia dell´Arte. Un recurso para hilar y homogeneizar muy al estilo del Cirque du Soleil. Muchas otras cosas recordaban éste y el espectador que ello advirtiera no podía dejar de pensar cuánto Misha se había apropiado de su anterior empresa para traerlo a la suya. Por ello, es justo decir que, salvando las grandes distancias, Bálagan pecaba a veces de poco original y en ocasiones de plagio. Pero en eso fueron muy serios. El propio Matorin dijo muy claro: Nosotros no pretendíamos renovar el circo en este espectáculo. Por tanto el lenguaje hablado sobre el escenario terminó por ser el mismo pues solo hay uno, el lenguaje del circo. Aunque también es de rigor decir que sabiamente estaba bien articulado.
En el apartado escenográfico sólo cabe decir una cosa. Bálagan era un mundo aparte. La escenografía es cierto que no decía nada o casi nada. Evocaba vagamente las velas de un barco. Y eso, si estuviéramos hablando de teatro, sería algo que no podríamos perdonar. Pero, aparte de las sentadas bases precedentes, no podemos olvidar que el circo tiene otras claves, habla otro lenguaje como ya hemos dicho y en consecuencia se impone la utilidad y la esencia simbólica. Los gimnastas se movían con trabajada destreza por sus ambientes que entre escena y escena se conformaban. Esta escenografía en conjunción con la indumentaria conformaba un todo inseparable. Un vestuario mágico y muy bien realizado (con excepciones que no se que hacía Hulk allí) fraguó junto con la música un mundo único donde el espíritu de la Commedia flotaba. En lo técnico: la iluminación estuvo fantástica con un despliegue de watios y watios algo exagerado.
Pero bueno. No diré más. Ésta es mi crítica. No les puedo decir nada más. No tengo palabras para hacerlo y este no es el campo que controlo. Diré que el circo se guardará en mis recuerdos gratos y que me será difícil olvidarlo. Con esto yo me despido excusándome si no he sido capaz de plasmar todo cuanto era necesario. Pero este no es mi campo. En serio ¡yo no quería! fue un accidente. No hablaré sin la presencia de un abogado digo… quiero decir… No hablaré más.

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