sábado, 8 de diciembre de 2007

Acaymo, una gaviota en Madrid y la utopía

Pocas veces el Teatro Guimerá había vibrado tanto y menos de manos de una producción canaria. Un teatro a rebosar aplaudía, bailaba y hasta coreaba (reconozcámoslo: a todos se nos escapó un gorgorito de cuando en cuando) las letras de unas canciones que iban directo desde la escena, pasando por el alma, hasta el corazón de los improvisados coristas, entiéndase, nosotros: la grada. Y cuando digo grada no lo hago por un error de vocabulario ni por querer quitar mérito o nombrar de mal grado a la concurrencia. Digo grada, y lo asiento con conciencia, porque aquello alcanzó por momentos niveles tan nunca vistos de entrega y casi fervor que cualquiera diría que parecía más un partido de baloncesto que otra cosa (¡si al final parecía que habíamos ganado el mundial!)) ¡Qué locura! Por Dios ¡qué catarsis! Cómo me alegro de haber vivido una de esas noches que se recordarán en los anales de la historia como una de las grandes noches del teatro canario. (¡Cómo me gusta un jolgorio oiga… y el sancocho!) Otra cosa es que la producción en su conjunto lo mereciera. Expliquémonos.
Ngr Producciones contaba con la experiencia de haber producido ya dos musicales (infantiles sí, pero musicales o ¿es que tiene menor dignidad la Cenicienta?) y su apuesta por infiltrarse en el mundo “adulto” cuajó de tal manera que acabó por granjearse el apoyo del Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife, Ayuntamiento de Santa cruz, Cajacanarias… un efecto dominó tan en cadena que poco le faltó para contar con el beneplácito de la asociación de vecinos “el Guanchito Verde” y con el de los vecinos del bloque 1·3º A de la calle San Sebastián (si existiera). Pero bueno, eso no es lo importante. Cuando llega un nuevo integrante a la familia ¡¿Quién se para a pensar en no cubrirle sus necesidades?! ¡¿Quién repara en gastos?! ¡¿Quién dice nada de no haber hecho caso en mucho tiempo al viejo abuelo “Teatro”, al cual tenemos postrado en un sillón?! Es un musical CANARIO ¡Por el amor de dios! Al final, después de la gestación de dos meses, unos 22 millones de pesetas peso la criatura. Esto nos enseña una moraleja: si quieres montarte un Hamlet hazlo de Chimisay y no te faltará de nada. Pero ¿a quien le importa? El musical por fin ha llegado a nuestra casa, y yo, dicho sinceramente, me alegro.
Lo del musical en Canarias no es que sea nuevo, es que nunca nos habíamos puesto ha hacerlo tan a lo grande (o a lo medio grande que con esos 22 millones de pesetas en Madrid no pagas ni el vestuario): El caso es que entonces apareció NGR producciones. Su propuesta de levantar un espectáculo basado en los éxitos de la música de autor canaria no sólo era una idea fantástica, además contaban con el aval de ya haber enfrentado el género previamente lo cual les daba mucho crédito y les hacía dignos de confiar. Alguien tenía que ser el primero y ellos definitivamente estaban preparados. Ya habían andado el camino. Logrado el apoyo, Acaymo surgió como un repaso a las canciones más insignes de los años ´80 en Canarias con Temas de Palmera, Ataúd Vacante, Taller Canario, Los Canarios, Rosana, Caco Senante, Los Sabandeños y Mestisay, entre otros. Así sus guionistas (tres periodistas… no digo nada) compusieron la historia de Acaymo, la historia de muchos, la de alguien que se va a los madriles a intentar hacer sus particulares américas y triunfar. Roxana Schmunk definió a Acaymo como alguien que no quería renunciar a su utopía. Y así ella, sin renunciar tampoco a su utopía, en una tierra donde no hay profesionales del género, se puso el mundo por montera y fue a la búsqueda de Acaymo, su Acaymo. Por fin arrancaba su gran Musical.
Llegado el estreno, Acaymo generaba muchas dudas sobre cual sería el resultado final. Después de las dudas vino el espectáculo. Nos fuimos a nuestra sala y nos preparamos escépticos para lo que había de llegar. Empezaron los primeros acordes. Desde ese momento ya no habrían más especulaciones, nos disponíamos a ver lo que nos tenían que mostrar. Por fin arrancaba Acaymo. Y arrancó pero el caso es que de repente era como si nos hubiésemos equivocado de sala. ¿Pero esto no era un musical? Unos harapientos se arrastran por el patio de butacas mal vestidos; hacen una coreo increíble sí, pero… ¿por qué la gaviota en Madrid está rodeada de aborígenes? ¿Esto es Acaymo o Bentejuí, un guirre en el risco? (¿quizá debió llamarse así?) Y ¿qué hacen esos subidos a las telas? Bueno esto es muy bonito pero espero que me lo piensen justificar. Pasa el tiempo y de pronto se forma una parranda y ¡alaaaaaa! 40 magos con sus timples, guitarras y bandurrias a la escena. ¡Y se ponen a bailar! pero ¿esto qué es? ¿Acaymo o el día del orgullo? (y sí, mantengo lo ambiguo que hay en lo del día del orgullo por que en realidad estamos en el mismo nivel de lo rancio. ¿Qué pasaba? Que teníamos que justificar al gobierno de CANARIAS que el Montaje era CANARIO. Por favor, de verdad, déjenlo ya que parecemos de la raza aria con tanta tontería). ¿Por qué nos hacen esto? ¿Qué pretenden? Me asaltan muchas preguntas y lo peor es que sé que nadie me las responderá. Me indigné, me indiné mucho. Pero pese a todo seguí viendo el Show (por aquello de que todo puede mejorar) así que allí me quedé: Menos mal. Lo del inicio así fue un desacierto que llenó cerca de 20 minutos de espectáculo con algo que no tenía nada que ver con lo que nos habían prometido. Muy bonito; mucha magia; pero aquello no era lo que habíamos ido a buscar. Pero por suerte, luego lo arreglaron. ¡Y que bien lo hicieron! Enlazaron todo aquel esperpento con “Acaymo” al fin y pa´ Madrid con él nos fuimos. Allí encontramos el musical.
Qué bien aprovechado estaba el espacio en Madrid. Siempre me ha gustado la sencillez a la hora de exponer ideas. También la plasticidad. Unas estructuras móviles, transformables con unos pocos elementos (un cartel de metro, a veces unas mesas y ya). Sin duda supieron aprovechar los recursos que tan dúctil escenografía les permitía y en ningún momento nos pudimos aburrir (que venga Lepage y aprenda). Los actores se ayudaban y hasta integraban la escenografía en su trabajo y con un gesto o una forma de apoyarse ya nos trasportaban a otro lugar. Por tanto, mérito más que merecido para Susana García por crear ambientes sencillos sin recargar. ¡Qué bueno lo del cartel de metro, en serio!
No podemos decir lo mismo del diseño de vestuario y esto por dos razones: la primera porque sea quien sea el que diseñó los trajes de aborígenes (llámale traje aborigen llámale cosa) merece que le retiren el título. Aquello era de vergüenza. Ver a nuestros pobres chicos intentando defender algo que el vestuario echaba por tierra dolía y mucho. En una producción semejante tales horrores no se pueden permitir. El mal gusto nunca más. La segunda razón es que por más que luego estuviesen bien vestiditos y que la indumentaria definiera bien a cada uno, no pasaba de ser un vaquero de Zara aquí y una camisa Mango allá. Otro de los fallos, aunque no garrafales de la producción fue todo el ámbito técnico de luz y sonido. Para empezar no creo que ninguno de nosotros agradezca los sintetizadores. Puestos a trabajar en este nivel búscate una buena orquesta y no te pongas a tocar con un teclado al estilo Pepe Benavente. Sí es necesario decir, por otro lado, que los músicos, con sintetizadores y todo, estuvieron geniales en tal punto que casi ni se notaba. La pena es que la sala tenga tantos problemas de acústica y que sean tan difíciles de solucionar. Casi no se les entendía nada a los que cantaban. Si no fuera porque nos sabemos las letras… Y la iluminación: deslumbrante pero recargada, exagerada y por momentos molesta; aunque esto es un musical y por tanto tenemos que habaren otras claves que son las propias del género y en ese caso no se les puede poner ni un pero. Sin justificación esta aun lo del proyector. Aun bueno reconozcamos que era muy, muy espectacular.
En lo que respecta a la estructura de la pieza parecía sencillamente que no había, sin más. Cuando se propusieron hacer un repaso de canciones lo hicieron tan ceñudamente que no repararon en que, sobre eso, algo nos tenían que contar. Y claro, si yo quiero meter una canción y no tengo originalidad para poderlo justificar es lógico que pase lo que pasó. Esta es la historia de un calzador, sin duda alguna. Canción tras canción sin justificar y cuando quiero justificarlo es tan artificial que lo nota hasta un niño.
Empezamos ahora con la parte interpretativa que aquí como estoy sin tiempo no me voy a poder explayar aunque lo haré en primer término para felicitar a Marta Viera quien era sin duda la protagonista indiscutible. Aunque no lo era en el guión sí lo era cada vez que salía a escena. Qué arte, que trabajo más completo. Un talento que nadie puede negarle a una de las mayores promesas de nuestro teatro y que a buen seguro nos guarda aun muchas noches de buen arte a su lado. De Maribel Cutillas decir que hacía mucho tiempo que no veíamos a alguien cuyas tablas le dieran tanta seguridad, seguridad necesaria para afrontar grandes retos como éste. Luego el trabajo de los protagonistas: Ardiel Ruiz Zaya y Abraham Gómez. No estuvieron mal pero es que las otras dos se los comieron. El resto del elenco demostró entrega, virtuosismo, gracia y un más que buen saber estar. Supieron afrontar el reto y dieron vida a un musical que sin ellos hubiera quedado cojo.
Así que Roxana supo escoger su equipo, encontró su Acaymo y levantó su musical; consiguió hacer real su utopía. Lo hizo con la soltura con que sólo pueden hacerlo los grandes maestros y pese a su horrible “Overtura Aborigen”, Acaymo se convirtió en un maravilloso proyecto que muchos le agradecemos de corazón. De verdad ¡Felicidades!
Y bueno por cuestiones de tiempo y espacio no me extiendo más. Cierro aquí este comentario pensando que hay esperanzas en Canarias, después de todo, de tener un gran teatro como éste y que, como es lógico, se debe poco a poco mejorar. Desde mi criterio felicitar a todo el equipo por enfrentar el género con tanta diligencia. Nos os preocupéis por los fallos que los errores con el tiempo se corregirán. Pensad que habéis hecho que el musical en Canarias ya no sea una utopía.

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